domingo, 27 de noviembre de 2011

LA OPORTUNIDAD DE HACER*



En este día culminante –donde las palabras se agolpan con los sentimientos y los sentimientos se confunden entre sí, como sonidos armónicos que forjan la melodía inextricable de la alegría y la nostalgia–, la satisfacción del deber cumplido y la compañía de las personas más importantes en este proceso son un aliciente para continuar descubriendo el final de una etapa, y el principio de otra…

Cada uno de los bachilleres que estamos protagonizando nuestra proclamación tenemos historias distintas: unos con récords académicos intachables, otros con una vida escolar difícil, algunos quizás con problemas disciplinarios, u otros que durante esta etapa han estado en distintos lugares aprendiendo de cada cultura. Cada historia es distinta, pero todas tienen al menos una coincidencia: l  a posibilidad de nuevas oportunidades y el reto de sacar el mejor partido de ellas. Digo nuevas, no segundas ni otras: nuevas. Y cada oportunidad, es decir, cada día de estos más de once años de preparación, era una invitación a continuar con la labor cumplida o a mejorar, a cambiar. Es por ello que hoy estamos aquí, por aprovechar las nuevas oportunidades, por entender que siempre habrá un mejor, y que luego de ese mejor alcanzado y la labor cumplida, el tiempo del regocijo llega y nos abraza.

Comienzo hablando de oportunidades y no precisamente de amistades o despedidas, porque en mi experiencia aprendí gracias a La Salle que el tiempo es muy valioso para malgastarlo, y bueno, luego de varios problemas que tuve en mis años de estudio, en los cuales era yo la causa, fui superándome así como todos mis compañeros y fueron muchas las lecciones de vida que tomé.

A propósito, es curioso que por ejemplo, esté ofreciendo estas palabras ante un auditorio tan importante, y que este momento fuera inimaginable hace pocos años, muchos menos delante del coordinador Oscar con quien tuve mis más intrincados altercados cuando, por ejemplo, llegaba tarde y él me hacía limpiar el patio, o más aún, en algún momento contemplé no continuar con este proceso de lasallismo, un error gravísimo que pude cometer, pero que gracias a una nueva oportunidad no llegó a ser. Después de todo aprendí a valorar el esfuerzo que él hacía por formarme, como supongo que él también aprendió algo para perfeccionar sus estrategias pedagógicas. Hoy sólo me quedan palabras de agradecimiento y cordialidad para el coordinador que tomó su parte activa en esta promoción y se ofreció a apoyarla y motivarla en sus retos.

Comparto este recuerdo porque así como es mi historia, en mis compañeros que también tuvieron algún profesor con quien la relación era difícil o en algún momento tuvieron alguna dificultad a la cual enfrentarse, la historia se repite. Y en el camino a veces se olvida la proximidad del final, se omite, y se cometen errores. Pero tenerlos hechos bachilleres en esta ceremonia, enfrente mío, es una señal que me alegra, es la prueba de que superamos las oportunidades que se nos presentaron hasta el último día, y me atrevo a decir que para todos los que guiaron nuestra educación queda agradecimiento por fijarse en nuestras vidas y aportarles a ellas.

Por lo tanto, a todos ustedes les quiero anticipar una felicitación, por sobreponerse a los retos, esforzarse, luchar por esto que queríamos y por conseguirlo. Porque estar ocupando este digno lugar, en este colegio, es un privilegio que sólo se alcanza con méritos y hoy los hechos hablan por ustedes.

Este grupo de jóvenes que se presenta hoy es el fruto de un proceso que se inició en febrero de 2001. Aquél día, llegamos con nuestros papás y una caja de útiles forrada, cambiamos de salón dos veces apenas llegamos, con muchas ansias así como hoy, a puertas de conocer un mundo nuevo. El hermano Camilo Alarcón, quien era el rector en ese tiempo, nos recibió e iniciamos este recorrido con las profesoras Marina y Josefa, las titulares de primero en esos días. En esos primeros años el colegio tuvo dos lemas muy significativos: “calidad con calidez” y “volver a lo fundamental”, dos frases que recogían lo que es La Salle. No eran sólo esos lemas, el hermano Camilo iba adonde los más pequeños del colegio (en ese tiempo no había preescolar) y con frases semanales sembraba modales en nosotros como saludar y despedirse, decir por favor y gracias. El proceso era más rápido de lo que parecía, los años acababan y comenzaba otro. ¿Recuerdan ese cosquilleo en el estómago producto de las ansias los días anteriores a iniciar clases? ¿Quién nuevo llegará? ¿Quiénes serán mis profesores? Todo esto hacía parte del proceso. Esos días de primaria los recuerdo con mucha alegría, después de todo no era gratuito que se llamara “mi primaria linda”. Los juegos por llegar primeros al salón, el fútbol en los descansos, llevar juguetes al colegio, las zancadillas, el parque, los primeros disfraces, las raspadas, ver a los estudiantes de bachillerato tan grandes y esa otra zona del colegio como un lugar desconocido, todo eso hacía parte de esa etapa, que se cerró en quinto cuando fuimos promoción por primera vez, cuando Joseph fue personero, cuando tuvimos nuestra primera camisa de promoción, una camiseta azul con un dibujo de los Simpson, que algunos usamos años después en los días de huerta.

Luego llegaría el bachillerato, los años de la adolescencia, donde conocimos nuevos amigos, crecimos más, nuestro pensamiento cambió, algo cambió, no sé por qué dejamos de cantar los himnos. Hubo mayor dificultad, aunque en el fondo sabemos que estos años no han sido tan difíciles como a veces nos quejamos, y que la memoria guarda con más exactitud las alegrías, o las sensaciones de alegría en esos tiempos, que las clases o las tareas. Para esos días ya había llegado gran parte del grupo de estudiantes que enriquecieron nuestra experiencia. Esos fueron los años de las primeras fiestas, las primeras veces que salimos sin nuestros papás y esa vaga ilusión de independencia nos seducía, pero era sólo una ilusión. Los invito a evocar los momentos más significativos entre sexto y noveno, ¿alguna persona en especial? ¿Algunas? Los amigos, los llamados de atención, los hermanos, los profesores, los conciertos, el aprendizaje imperceptible del lasallismo que luego se adopta como modelo de vida, todo eso se reforzó en esos años. Tuvimos dos coordinadores: Oscar y Dionicio, dos modelos distintos y enriquecedores, a quienes tenemos mucho qué agradecerles, a quienes luego nos encontraríamos de nuevo, cómo el camino. También hubo profesores que nos marcaron, quizás se me escapen nombres: indudablemente la profesora Doris, quien nos enseñó casi todo lo que sabemos de lenguaje, sus evaluaciones y su frase infaltable; el profesor William de biología, el profesor Mario quien hizo una excursión a Cácota que quienes fueron recuerdan con alegría; el profesor Ludwing de matemáticas, el profesor Leonardo que nos acompañó dos años; el profesor de historia, Corzo, quien luego sería nuestro coordinador, y que en sus charlas de clase eventualmente daba lecciones de vida; repito, se me escapan nombres importantes que marcaron lo que es esta promoción, pero más allá de la mención su huella está impresa en nosotros. Volvimos a ser promoción, esta vez en noveno, cuando el fin ya se veía más próximo.

Décimo fue un año crucial, un propedéutico de lo que sería once, uno de los pincelazos finales en nuestra obra. Con tantas experiencias, amistades, discusiones, todo aquello que hace parte de la convivencia en fraternidad. Finalizando décimo ya teníamos el grupo consolidado de esta promoción, ya todos estaban en el juego, haciendo carrera por obtener su grado. Por eso en este punto, donde todos los hoy bachilleres eran parte, podíamos hablar de una prematura promoción de bachilleres dispuesta a vivenciar ese último año escolar, que tanto se había esperado, que tanto se había imaginado.

Sin embargo, llegando a once, nos encontramos con sorpresas, como tener un nuevo rector en el colegio, lo que nos planteaba dos retos: ser su primera promoción en este colegio y adaptarnos al nuevo modelo. No fue como esperábamos, no fue fácil, había una meta de dos palabras: muy superior. Una meta que significaba esfuerzos, sacrificios, tiempo. Una meta a la que le apostamos hasta el último día, cuando llegaron los resultados y la meta tambaleó, el tiempo invertido se cuestionó, pero con mucho orgullo me complace decir que esa meta se alcanzó, que el esfuerzo no fue en vano y que esta promoción de 109 luchadores dejó su huella en La Salle de Cúcuta, porque lo que nos propusimos lo logramos. Once pasará a nuestra memoria como un año diferente, en el que hay que tomar decisiones, hay que madurar, esforzarse y también aprovechar el poco tiempo que queda en el colegio. Es indudable de que a pesar de los compromisos, no faltaron las celebraciones ni los momentos de esparcimiento. Y parte fundamental de esta historia que es once fueron los retiros, ese pequeño espacio en el que pudimos cerrar una etapa, enfrentarnos a nosotros mismos y crecer luego de aprovechar esa nueva oportunidad.

En este momento huelga agradecer por todo este tiempo, por las miles de experiencias, de alegrías y tristezas, risas y llantos, a Dios por darnos el valor de la vida y el privilegio de ser lasallistas. A nuestros padres y familiares por el apoyo, cariño y orientación, por trasnocharse ayudándonos en trabajos, por su paciencia, por su perseverancia admirable, imprescindible para el correcto desarrollo de el proceso formativo. A los hermanos Camilo Alarcón, Francisco Nieto (Q.E.P.D.), Edward Velazco, Manuel Caballero y Alexander Santafé, por la dirección de esta institución mientras permanecimos en ella, en especial al hermano Alexander por motivar y apropiarse de la causa de esta promoción apostándole a un desempeño sobresaliente, por ayudarnos a perder el miedo de ser los mejores, igualmente a todos los hermanos que han estado en la comunidad en estos años, de los cuales tenemos dos ejemplos de experiencia y alegría, ternura y compromiso: el hermano Ignacio Riveros y el hermano Manuel Celis. A nuestros profesores y coordinadores por el esfuerzo y la paciencia durante tantos años, por su entrega infaltable en pos de hombres y mujeres de bien. A los demás profesionales y funcionarios que acompañaron nuestro proceso. Y a todos los compañeros que nos animaron durante estos once años, a los que llegaron y a los que se fueron, en especial a Linda Peña (Q.E.P.D.). Todos aportamos a este grupo con nuestra vida, fortalecimos la fraternidad. Gracias por los momentos de descanso, por la compañía en clase, por la amistad brindada, por las enseñanzas compartidas, por todo lo que en este tiempo ofrecieron y recibieron de este grupo de bachilleres.

Los retos a los que se enfrenta la juventud de hoy son trascendentales. Este primer paso es fundamental, pues aquí están las bases de lo que seremos en cinco, seis o siete años, o quizás en el futuro inmediato. De aquí saldremos hoy siendo egresados del colegio La Salle de Cúcuta, ya no estudiantes sino personas responsables que deben responder a una sociedad. Esto es una invitación a la reflexión en las palabras de Mario Benedetti:

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
(…)
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

Disfrutar la vida, que es toda una nueva oportunidad de vivirla hasta el inescapable final. Por ese final que es nuestro futuro compartido debemos saber que cada cosa viene a su tiempo, pero que el tiempo para nosotros no es infinito. Responder por este mundo, atreverse a cambiarlo, o por lo menos mejorarlo, con responsabilidad, rectitud, en busca de la felicidad. Y continúa Benedetti:

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con Dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan, abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno,
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.

Hacer el futuro, nuestro futuro, muchachos. Con derecho a soñar, recordando las palabras de Kant: “ser es hacer”. Nuestros actos nos definirán, allí estará lo que somos. El derecho a la ambición y a la excelencia es legítimo, mas aconsejo seguir este precepto que mi padre repetidas veces me ha transmitido, legado de un rector de este colegio, el hermano Enrique Bejarano: “la nobleza obliga”, y cierto es, o en palabras de nuestro rector “mientras uno más sepa, más humilde debe ser”. Clave para nuestra plenitud, y para que nuestro himno se cumpla: La Salle, La Salle, doquiera triunfará. Y La Salle somos nosotros. Y nosotros triunfaremos.

La misión de San Juan Bautista de La Salle se ha cumplido en nosotros. Recordemos siempre estas palabras de nuestro himno: virtud, saber, por qué la vida es mar, donde el deber faro es que ha de alumbrar. No olvidemos eso, no olvidemos que somos una fraternidad y que este símbolo que hoy nos distingue nos unirá para siempre. No esperemos mucho del mundo, pensemos que el mundo espera de nosotros y démosle lo mejor. Aprovechemos la oportunidad de hacer. Deseo larga vida a todos, éxitos y felicidad en cada etapa de sus vidas. Que este tiempo compartido sea siempre motivo de gratitud, y que el honorable apellido de La Salle se imprima en nuestra vida indeleblemente.

Con una despedida pausada declaro a este grupo de jóvenes, en las palabras de Cicerón, miembros de número de la academia del deber y ciudadanos de la inteligencia. Señoras y señores, el proceso ha culminado.

Cúcuta, 2011

*Discurso de despedida promoción 2011, La Salle Cúcuta.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿Colombiana?


Una niña de diez años, bogotana, a tan corta edad presencia el asesinato de sus padres. Crece con intención de vengarse y se convierte en asesina profesional en los Estados Unidos: este es el argumento de una película que por estos días se está estrenando en Francia y Estados Unidos y que hace meses generó controversia en nuestro país. El problema de la película no es que sea otra inoficiosa producción audiovisual llena de violencia y sin fondo crítico, pues en eso poco nos fijamos por acá. El problema es que el nombre de la película es “Colombiana”. El lector disculpará mi posición —ambivalente ante este tema—, pero es que los juicios al respecto difícilmente se salgan de la doble moral. Pero asumo el riesgo: por un lado, se censura esta película por estigmatizar la imagen de Colombia y mostrarlo como un país violento, de narcotráfico, y sin opciones. Es la posición de muchas personas que a esto le agravan el hecho de que la película es de director francés, protagonista neojerseíta, rodada en México y en su reparto no cuenta ningún colombiano. Dicho de otro modo, de colombiana esta película sólo tiene el nombre… Y la trama de ficción (cercana a la realidad) que la sustenta. Pero la doble moral entra cuando muchas de estas personas no se indignan con el mismo sentido patriótico ante la realidad colombiana, la violencia, el narcotráfico, la cultura de la malicia indígena, o ante las tantas narconovelas que dan peor aspecto de nuestro país. Por otro lado, no es sorprendente esta historia para un colombiano del común, acostumbrado a oír peores; del otro lado están quienes restan importancia a la nacionalidad del personaje y defienden que igualmente pudo ser italiana, mexicana o rusa. Alegan que lo que muestra la película no es distinto a la realidad colombiana y que muchos de nosotros somos culpables de la imagen que damos como país en el extranjero. La doble moral está en que por más que enuncien su realidad nacional tampoco hacen mucho por cambiarla.
La ambivalencia a la que me refería está en que no estoy ni en un lado, ni en el otro: tibio, en el medio. Pero ¿cómo no irritarme la idea de que ante tantos nombres se tenía que recurrir a un gentilicio que, a un francés, inglés, ruso, o quien sea, le sugiere todo un país y no una persona específica? Peor, ¿si ha de ambientar su trama en este país cómo no le dejará a los colombianos más que papeles de asistentes o correctores históricos? Y el argumento del director en el rodaje en México está en que en Bogotá no había la infraestructura para recibir su película. Sin embargo, ¿no era esa, o peor, la realidad colombiana en los 90 (la película se remonta a esa época)? ¿Vetar esta película cambia en algo lo que somos? ¿No es este un espejo para examinar cómo nos ven desde afuera algunos?
De una manera u otra, esto es ficción, ficción muy violenta, y que se nos parezca a la realidad preocupa. Y no basta con preocuparse, hay que indignarse, ni tampoco con indignarse sino actuar para acabar con esa cultura de violencia, facilismo, y tantos males que nos afligen, que no son el resultado de una película sino de una profunda crisis histórica que también la ven los extranjeros. Y es que a diferencia de lo que pueden observar quienes vean el filme, lo que sucede en Colombia no es una película…

O me dan, o los robo


Parece que la repercusión de las palabras no tuviera medida para el presidente del congreso, Juan Manuel Corzo. Ha sido torpe su actuación pública desde el 20 de julio pasado: el proyecto de inmunidad parlamentaria, la ponencia sosa al proyecto conservador para la prohibición absoluta del aborto, el anuncio de su insolvencia para pagar la gasolina de sus camionetas y la peor: “prefiero no robar al Estado y que me paguen la gasolina”.

Es otra la imagen que se espera del presidente del Congreso, una corporación desprestigiada por los innumerables escándalos de los últimos años y, ahora, quien está a la cabeza de la misma, en vez de proponer un ambiente de confianza y optimismo, va error tras error echándose la opinión pública encima. Hoy son varios los movimientos anticorzo en Internet, y no es incomprensible la indignación de la gente con tantas contradicciones por parte del Estado: primero una persona no es pobre con $190.000 mensuales, pero tampoco con más de 18 millones le alcanza para la gasolina, ¿y el vicepresidente debe callarse ante tal irrespeto? Parece también que hay una desubicación en el gobierno sobre la figura del vicepresidente, hay quienes lo consideran un empleado más y no, es un funcionario elegido por el pueblo colombiano y no contratado por el gobierno.

Ahora bien, es evidente que quienes discuten quiénes son pobres o no, no están en condiciones salariales que rodee los $190.000, como quienes discuten el aborto en el partido Conservador son mayoritariamente hombres, o quienes discuten la reforma a la educación superior que son rectores, ejecutivos, funcionarios públicos y poco se oye a los estudiantes. El umbral internacional de pobreza está en USD 2 diarios, que es menos de $190.000 al mes, y esto lo defienden algunos economistas pero ¿debemos estar en los mediocres estándares internacionales desconociendo el real costo de vida?
Desgraciadamente así se mueve al ambiente político en Colombia: declaración, corrección, retractación, otra declaración, otra corrección… Mientras los medios de comunicación y la gente discute la polémica del día otros temas acuciantes se posponen sigilosamente. Ahí la reforma a la educación, la efectividad en la reparación de las víctimas, la protección a los líderes desplazados, los derechos humanos, la explotación minera responsable, etc.

Nuestra situación necesita gente comprometida con formar un consenso social hacia la reconciliación y el progreso, de manera honesta y no reviviendo el fantasma del Frente Nacional solapadamente en una alianza ahora multipartidista que venda una unanimidad espuria. Y a quien dirija el Legislativo debe tener otro perfil, el presidente del Congreso no puede ser un personaje que genere división social ni promueva la cultura del atajo en su discurso. Por lo menos debería ofrecer una excusa pública y retractarse por insinuar la opción de robar al Estado, una práctica que se va camuflando con lo normal.

Sería interesante que un presidente del Congreso parara en un semáforo en su camioneta blindada, se le acercara uno de los millones de pobres que reciben menos de $190.000 a pedirle una ayuda para comer, y que sea preferible que el Senador se la dé, a que el ciudadano siguiendo el ejemplo de un padre de la Patria tome como segunda opción romperle un retrovisor de su camioneta.

* * *

A PROPÓSITO: los conservadores enceguecidos en su proyecto salvador de vidas contra cualquier tipo de aborto piden priorizar su proyecto sobre la reforma a la justicia, porque “primero está la vida”. ¿Y dónde queda el derecho a la vida de una madre con riesgo a morir en el parto de un feto con graves malformaciones, o pocas esperanzas de nacer vivo?

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Igualdad y pruebas Saber 11


El domingo pasado, mientras la mayoría de colombianos estaban descansando de la semana laboral, mientras los otros que trabajan en domingo se levantaban a adelantársele al día, o mientras muchos juiciosos practicantes iban a misa bien temprano, el país asistía a un momento importante en la vida de más o menos medio millón de estudiantes. A las 7 de la mañana iniciaron las pruebas Saber 11, el requisito para ingresar a la educación superior en Colombia (para quienes pueden ingresar) o un requisito para graduarse en el caso de la mayoría de estudiantes, pues no es un secreto que anualmente no se abren medio millón de cupos universitarios en nuestro país.
Quien escribe estas líneas allí estuvo, no menos ansioso que los demás por conocer ese resumen de once años en no más de 300 preguntas. Mientras avanzaba la prueba el reloj apuraba a más de uno, o a otros poco les importaba el reloj mientras el sueño dominical no respetaba que fuera el día de la prueba. Probablemente acercándose al final del examen, terminando de rellenar circulitos alguien se haya preguntado en últimas instancias (o como prefieren llamar los pseudo y legítimamente eruditos, “el fin último”) por lo que hacía. Y son varias las conclusiones a las que se puede llegar:
—Dicha prueba obstaculiza el ingreso a la educación superior, entendiendo esto último como la oportunidad que tiene el país para mermar la brecha de desigualdad tan aterradora. No es discutible si la prioridad en la educación superior la tengan los más aptos, o quienes tengan los resultados más altos en las pruebas de ingreso: válido. Pero sí es discutible que dicha prueba sea precedida por una preparación (Preicfes) que dan instituciones privadas especializadas en estas pruebas, que en realidad más que preparar para las pruebas, se aprovechan de bancos de preguntas que tienen resueltos (y como dicen ellos, que sus docentes envían preguntas al ICFES) para dar respuestas de preguntas que eventualmente salen en la prueba oficial. Y así es. Convirtiendo el proceso más que en una prueba de conocimientos en una prueba de memoria (para quienes hacen los “mejores Preicfes”) y soslayando a quienes por cualquier motivo no realiza dicho curso que en ningún momento es propuesto por el ICFES. Estos cursos tienen un valor superior a $250.000, que es más de lo que muchos estudiantes de undécimo grado en el sector público pagan por su año escolar. Así, ¿qué igualdad hay entre ricos y pobres para presentar una prueba que “abre las puertas” a una opción de igualdad social como la educación superior?
No hace falta que el Estado incluya una clase de preicfes (como ahora acostumbra proponer cátedras para todo), ni prohibir la preparación para las pruebas, pues es algo que se hace tanto aquí como en China. Es sólo una garantía mínima: que las preguntas que haga la prueba sean genuinas y sean secretas. No es una solicitud sin fundamento: yo respondí varias preguntas que ya me habían hecho en el preicfes, y no pude dejar de pensar en el engaño que me hacía al ya saber lo que se me preguntaba, ni en el engaño que hacía al ICFES cuando califique esas preguntas que no miden mis competencias, ni en el engaño que le hice a los miles de estudiantes colombianos que no las sabían porque simplemente no tenían dinero para pagar ese tipo de cursos. Es injusto.
Esto contribuye a que sea más difícil que la educación media pública iguale a la privada en estos exámenes. El 14 de octubre saldrán los resultados, semanas después la revista Poder publicará el ranking de mejores colegios y no es falta ser un oráculo para predecir que la historia de desigualdad se repetirá.
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EXCURSO: ¿Por qué los guionistas se llaman “guionistas”, si los diálogos que hacen ortográficamente no se manejan con guiones sino con rayas? Y a propósito de ortografía, eso no lo califica la prueba Saber 11.

viernes, 26 de agosto de 2011

El valor de la vida y la juventud (Parte I)


Hace una semana escribí en este blog que la cantidad de información que recibimos nos satura. Quiero pensar que ese es el pretexto para continuar indiferentes, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor.

–No es que seamos insensibles –me digo incrédulamente–, es que no tenemos la capacidad para discernir tanta información. Lo que conlleva a que algunas cosas pasen sin mucho eco.

Pero no. ¿A quién engaño? Lo cierto es que durante el almuerzo muchas familias vieron hoy la noticia de la masacre en México, y entre comentarios pasa (lastimosamente) como algo más, por no decir algo normal. ¡Y son más de 50 muertos!, pero el bombardeo constante de noticias luctuosas hace mucho tiempo formó en nuestra sociedad esa callosidad que nos asemeja con lo inconmovible.

Deberíamos cuestionarnos profundamente sobre el sentido de la vida, o en otros términos (que es incorrecto), de cuánto vale una vida. Y la última expresión la anoto porque hace parte del lenguaje común, ignorando que una vida no tiene valor en cuanto es incuantificable. Y ya lo decía William Ospina que la sociedad colombiana es muy pasiva, que suceda lo que sea no se manifiesta, sino que tolera cualquier afrenta, contrastando paradójicamente con la sensación de violencia en nuestro carácter.

Y aquí donde las malas noticias están a la carta, y son abrumadoramente pasajeras, tenemos la noticia de Diego Becerra, el joven bogotano muerto en confusas circunstancias por un disparo de un policía. Y lo vergonzoso de los hechos, refiriéndonos que un civil, que es menor, muere –permítaseme la expresión– asesinado por un policía, se mancha más con las declaraciones de la policía que en una versión de un presunto asalto a un bus por parte del joven mencionado y tres jóvenes más, intentan justificar la muerte violenta de una persona. ¿No es lo suficientemente funesta su muerte para empeorarlo desgarrando su dignidad?

Si un asesinato lo comete un civil, los familiares de la víctima no ven en todos los civiles personas que fácilmente los pueden estar matando. Porque en esta población el asesino puede ser cualquiera y nadie, difícil distinguir. Si es un uniformado quien perpetra el hecho, es la institución la que queda marcada, es cualquier policía que circunde a un allegado de la víctima el que pasa a infundir miedo, temor. Y la función de la policía es regular la convivencia ciudadana, pero no a través del terror.

Por lo tanto, desde mi posición de menor, me levanto desde este medio y en nombre de los niños y adolescentes colombianos –que poco nos pronunciamos– le exijo a la Policía Nacional un resarcimiento por sus excesos irremediables en contra del futuro del país que ustedes protegen. Porque un policía debe ser el ejemplo de conducta de una sociedad, y en este país millones de niños los ven como héroes, no como irresponsables que abren fuego en vías públicas.

En cuanto a Diego Becerra, la Justicia resolverá su caso. Pero respecto a quienes seguimos transitando por las calles de nuestro país, ¡basta de ignorar la realidad!... La víctima también puede ser tu hijo, tu pareja, tu hermano, tu amigo, tu familiar. Puedes ser tú, puedo ser yo.