viernes, 26 de agosto de 2011

El valor de la vida y la juventud (Parte I)


Hace una semana escribí en este blog que la cantidad de información que recibimos nos satura. Quiero pensar que ese es el pretexto para continuar indiferentes, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor.

–No es que seamos insensibles –me digo incrédulamente–, es que no tenemos la capacidad para discernir tanta información. Lo que conlleva a que algunas cosas pasen sin mucho eco.

Pero no. ¿A quién engaño? Lo cierto es que durante el almuerzo muchas familias vieron hoy la noticia de la masacre en México, y entre comentarios pasa (lastimosamente) como algo más, por no decir algo normal. ¡Y son más de 50 muertos!, pero el bombardeo constante de noticias luctuosas hace mucho tiempo formó en nuestra sociedad esa callosidad que nos asemeja con lo inconmovible.

Deberíamos cuestionarnos profundamente sobre el sentido de la vida, o en otros términos (que es incorrecto), de cuánto vale una vida. Y la última expresión la anoto porque hace parte del lenguaje común, ignorando que una vida no tiene valor en cuanto es incuantificable. Y ya lo decía William Ospina que la sociedad colombiana es muy pasiva, que suceda lo que sea no se manifiesta, sino que tolera cualquier afrenta, contrastando paradójicamente con la sensación de violencia en nuestro carácter.

Y aquí donde las malas noticias están a la carta, y son abrumadoramente pasajeras, tenemos la noticia de Diego Becerra, el joven bogotano muerto en confusas circunstancias por un disparo de un policía. Y lo vergonzoso de los hechos, refiriéndonos que un civil, que es menor, muere –permítaseme la expresión– asesinado por un policía, se mancha más con las declaraciones de la policía que en una versión de un presunto asalto a un bus por parte del joven mencionado y tres jóvenes más, intentan justificar la muerte violenta de una persona. ¿No es lo suficientemente funesta su muerte para empeorarlo desgarrando su dignidad?

Si un asesinato lo comete un civil, los familiares de la víctima no ven en todos los civiles personas que fácilmente los pueden estar matando. Porque en esta población el asesino puede ser cualquiera y nadie, difícil distinguir. Si es un uniformado quien perpetra el hecho, es la institución la que queda marcada, es cualquier policía que circunde a un allegado de la víctima el que pasa a infundir miedo, temor. Y la función de la policía es regular la convivencia ciudadana, pero no a través del terror.

Por lo tanto, desde mi posición de menor, me levanto desde este medio y en nombre de los niños y adolescentes colombianos –que poco nos pronunciamos– le exijo a la Policía Nacional un resarcimiento por sus excesos irremediables en contra del futuro del país que ustedes protegen. Porque un policía debe ser el ejemplo de conducta de una sociedad, y en este país millones de niños los ven como héroes, no como irresponsables que abren fuego en vías públicas.

En cuanto a Diego Becerra, la Justicia resolverá su caso. Pero respecto a quienes seguimos transitando por las calles de nuestro país, ¡basta de ignorar la realidad!... La víctima también puede ser tu hijo, tu pareja, tu hermano, tu amigo, tu familiar. Puedes ser tú, puedo ser yo.

miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Información desechable?


La producción informativa de los medios de comunicación cada vez es mayor, las tecnologías han hecho la información instantánea en todos los puntos del globo, lo cual es genial, por ejemplo, en la medida en que a través de este blog virtual podemos comunicarnos. Sin embargo, la cantidad de información que recibimos diariamente es colosal: radio, televisión, prensa escrita, redes sociales… Muchísimo contenido que a veces satura nuestra capacidad de retención y crítica.

El lector podrá hacer un ejercicio: ¿recuerda cuál fue la noticia más importante de ayer? ¿Dónde la leyó? ¿Recuerda de qué trata la columna más reciente de su columnista preferido? Bien, aún siendo las anteriores respuestas positivas se puede asegurar de que la información se ha vuelto extremadamente fluctuante y no es necesario recordarla toda pues ahí está almacenada en los dispositivos tecnológicos (como lo demostró el reciente estudio sobre los cambios en la memoria gracias a Google) pero no siempre la encontraremos de nuevo, ni sabremos de qué sirve tanta noticia, tanta opinión…

El conocimiento humano es una red muy tupida de esfuerzos para llegar al nivel actual, y las tecnologías lo facilitan, lo abren a más personas, pero también pueden volverlo desechable y esto difuminaría el norte de la comunicación pues ¿para qué estar informados si esa avalancha de información supera nuestra capacidad analítica?

Entonces podemos ser víctimas de nuestra propia actividad cuando pasamos un rato largo leyendo diarios sin preguntarnos por qué o sin hacer ejercicios de memoria y análisis de la información. Así me sucedió hace unos pocos días cuando leí en un artículo de opinión de El Espectador algo similar a que en el Gobierno hay miembros activos del Opus Dei, que el Estado está descuidando la laicidad del mismo y el presidente no se manifiesta por llevar la relación tranquila con la Iglesia, algunos ministros tampoco lo hacen porque quieren ser presidente y otros porque comparten el culto incluyendo unos cuantos funcionarios que quisieran volver a la unidad entre el Estado y la Iglesia. Al día siguiente quise repasar la columna pero no pude, no sabía ni quién la había escrito ni cómo encontrarla. Víctima de leer varias columnas de opinión a la vez no pude soportar la carga informativa y las ideas quedan difusas en la razón.

En este orden de ideas los periódicos también tienen su responsabilidad por producir ingentes cantidades de información y no educar a los lectores sobre cómo consumir su información, sino que permiten (con el beneplácito del consumismo) que se conviertan en autómatas informados… pasajeramente, sin suficiente capacidad de reacción. Aquí podríamos mejorar tanto para los consumidores pues lo harán responsablemente y con mayor capacidad crítica, como para los productores pues tendrán consumidores mejor preparados para su trabajo, que lo valorarán más y su esfuerzo tendrá mayor eco en la población para despertarla.

Al respecto de lo anterior el economista venezolano Moisés Naím en una columna de El Tiempo concluye grandiosamente: "Si bien la rapidez y la comodidad con que nos comunicamos facilitan el escrutinio y la crítica de ideas y propuestas, el volumen y la velocidad de la información que circula por estos canales superan nuestra capacidad de discernimiento, aprendizaje, ponderación y reacción. En este caso, más es menos: cuanto más debate, menos claridad".


* * *

¡A PROPÓSITO!: hoy renunció el quinto investigador del expresidentes Álvaro Uribe en la Comisión de Acusación (que Antonio Caballero llama Comisión de Absolución… cierto) y cada vez se dificulta más esa investigación, y los periódicos informan pero poco suena en la gente. No hay indignación; mi entrada anterior Anónimos y Facebook la publiqué luego de que Anonymous desmintiera la amenaza, sin embargo la escribí antes y la reflexión no sobra. Cualquiera puede amenazar en nombre de unos anónimos, claro…; 'Bolillo', no estoy en contra de su trabajo pero quien represente al país debe ser un ejemplo.

martes, 9 de agosto de 2011

Anonymous y Facebook

La semana pasada el grupo ciberrevolucionario Anonymous la sacó del estadio: ahora quieren acabar con Facebook. Menuda amenaza, y lo hacen a modo de profecía apocalíptica: “el cinco de noviembre acabaremos Facebook”. E inmediatamente saltan sus admiradores a aplaudirles que acaben con esa basura que es Facebook, que para qué sirve eso, sólo para chismes y que vuelve a la gente estúpida. Como si acabando Facebook la gente dejara de ser como es, o como si los chismosos, triviales y estúpidos no existieran antes de Facebook.

El argumento de Anonymous, que Facebook ha vendido información de sus usuarios a empresas. Bien, pues se dice lo mismo de Google, Apple, entre otras empresas de tecnología. Pero Anonymous siente la supuesta venta de esta información como una daga en el corazón y ahora se postulan a ser los redentores de la web. 

En los pocos años que llevo navegando por Internet me he dado cuenta que este mundo virtual es una semianarquía copiada del mundo real con famosos, estafadores, políticos, estafadores, gente desocupada, y ahora chicos malos. Pero con los chicos malos nadie se mete, nadie reclama. Sólo Uribe lanzó su grito herido cuando fue “penetrado” en su cuenta de Twitter. Sin embargo, ¿para qué meterse con Anonymous? ¿Quién es Anonymous? Ya, ya, dirán por ahí que “Anonymous somos todos; somos legión; no olvidamos, no perdonamos; espéranos, etc.” y creo que hay que agregarle “no damos la cara”. 

La situación con este grupo (no sé cómo llamarles) se dificulta pues a falta de una cabeza visible (a ello se debe su imagen de ejecutivo decapitado y las máscaras Guy Fawkes) la organización toma un esquema circular y no piramidal como las organizaciones tradicionales: muy similar a la estructura de Al Qaeda, aclarando que Anonymous no son terroristas ni se le ha de atribuir crímenes de lesa humanidad, no han matado a nadie, aunque sí se la pasan tuiteando cosas como "sigamos disparando" cuando están atacando algún sitio (lo cual suena patético, como si jugaran a la ciberguerrilla. Sería mejor simplemente "ataquemos"). Pero sí son una especie de grupo subversivo que con la reputación infranqueable que ha cultivado en la web muchas organizaciones y personas les tienen respeto (o miedo) y a eso me refiero cuando digo que nadie se queja, nadie reclama.

Volviendo a lo de Facebook, es algo sin precedentes. Hasta el momento Anonymous ha hecho ataques de sabotaje simple, robo de información o denegación de servicio (DDoS), cosas no tan graves. Pero eliminar un sitio de las proporciones de Facebook y del presupuesto del mismo es algo pretencioso, a mi parecer risible. Y al respecto me surgen preguntas: ¿es para impulsar su propia red social AnonPlus? ¿cómo harán para comunicarse con los 175.000 fans de su página en Facebook? ¿Si sus ataques son por la libertad de expresión, la gente no es libre de elegir si quiere o no usar Facebook? ¿Si tanto les incomoda por qué no se retiran simplemente de Facebook y listo? ¿Facebook no tiene copias de respaldo? (claro que sí) ¿Para qué anuncian con tres meses de anticipación el día de su juicio? Todo esto me suena a estrategia de la organización para ganar mayor notoriedad y que la gente hable más de ellos (mea culpa) y me atrevo a asegurar que no lograrán acabar con Facebook, o que por máximo desestabilizarán la página por unas pocas horas, y luego se restaurará el sitio en su funcionamiento normal.

Por último: si pretenden hacer un cambio en el mundo (aunque sea en el mundo virtual) por medio de la ilegalidad y buscando penas cada vez más duras para los delitos informáticos no creo que lleguen a su cometido. En vez de prohibirle a la gente usar la red social más grande del mundo (aunque sé que Facebook es un monumento a la inseguridad) como lo harían si logran eliminar Facebook, mejor con todo el conocimiento tecnológico que ustedes hackers, lamers o como deba llamárseles tienen deberían ayudar a que la gente aprenda a usar mejor la red, y que no sea sólo un grupo de saboteadores descabezados con sus seguidores los que reclamen la libertad en Internet, sino que seamos todos los que reivindiquemos los derechos de los cibernautas. En este último aspecto he de resaltar que Anonymous ha tenido sus efectos y si alguien tiene la bandera de la libertad de expresión es ese grupo (aplauso).

Dos dichos muy populares: amanecerá y veremos, y perro que ladra…

sábado, 6 de agosto de 2011

Érase un Antanas

Érase un Antanas que sorpresivamente pasó de ser rector de la Universidad Nacional con sus modos excéntricos y gestos rebeldes respondiendo a la rebeldía de los estudiantes , a ser Alcalde Mayor, transformando con su gestión y propuestas simbólicas a Bogotá de una de las ciudades más peligrosas del mundo, llamada por muchos “la peor ciudad del planeta” a otra más civilizada, lista entrar en la lista de las grandes cosmópolis. (Ver documental sobre el cambio de Mockus en Bogotá aquí).

Antanas, el profesor en contravía con la política era una propuesta innovadora y que duraría en su papel por muchos años de (si el oxímoron lo permite) político-apolítico. Lo llamativo de su perfil muchas veces no era lo que proponía sino cómo lo proponía, su estilo; aunque a veces chocó con la gente: como ese día que promoviendo la hora zanahoria en Bogotá llegó disfrazado a una discoteca y un ciudadana le gritó “Antanas, no es Hallowen”.

Sus ideas lo llevaron a ganar dos veces el segundo cargo público más importante de Colombia, y también a ganarse la reputación de hombre transparente, académico, transformador, y hay que decirlo también: loco. Se postuló a la vicepresidencia, a la presidencia en dos ocasiones sin éxito, aunque en su último intento su figura catapultó a un partido minoritario y le dio notoriedad.

El año pasado, Antanas protagonizaba el cambio frente a la administración de Uribe, rápidamente su nombre saltó en las encuestas desde el fondo de la lista hasta situarse segundo, luego primero en un reñido empate técnico con el entonces heredero del oficialismo uribista Juan Manuel Santos. Era asombrosa la participación política a favor de Antanas, la ilusión que despertaba, la fuerza que millones de colombianos hacíamos frente al televisor queriendo responder los debates por él. Porque Antanas era un hombre inteligente, pero no astuto, siguiendo las ideas de Borges en las que la inteligencia llega lentamente y las respuestas inmediatas son más atisbos de astucia.

Recuerdo el día que visitó Cúcuta y dejé de ir al colegio para verlo. Unas horas después en la rueda de prensa me acerqué, me presenté y le entregué un escrito mío sobre él. También recuerdo haberle dicho “profesor, seguramente si usted es presidente el futuro de los jóvenes colombianos sea mejor”. Al otro día no sé por qué revisé The New York Times y en una nota aparecía yo presenciando el discurso de Mockus: la noticia le había dado vuelta al mundo y Colombia se ilusionaba con otra opción.

En fin, las elecciones pasaron, y ganó el uribismo, como todos sabemos. El partido Verde cerró sus puertas por unos meses mientras de recuperaba de su descalabro electoral de la segunda vuelta. E inició la era Santos, por supuesto entre comentarios de algunos de que había que darle continuidad a la seguridad democrática y que Mockus sería buen presidente para Dinamarca, Lituania, Noruega, pero no para un país con violencia y narcotráfico como Colombia.

Luego el partido Verde sufriría rupturas internas por su alianza (no es un chiste) con el partido de la U en Bogotá. Mockus salió de su partido, siendo fiel a sus ideas si es que en sus ideas no está la lealtad a las decisiones internas. Ahora consiguió el aval de la Alianza Social Indígena (ASI) para la Alcaldía de Bogotá, a sabiendas de que su posición no es prometedora y defraudando el perfil que por tantos años cultivó. Desde luego el político-apolítico no podía ser eterno, y Antanas lanzándose, sería otro político más que no deja a las generaciones recientes gobernar y no apuntaría a algo más. Hay quienes califican esa actitud como oportunista. Así es la política en Colombia: hace un año Mockus representaba la vía alterna, la política modena, el antiuribismo: hoy se comporta como otro político tradicional; Santos era el heredero de Uribe, el que en los debates parecía llevar frases preparadas por el expresidentes: hoy Santos representa el liberalismo, la política moderna, y de algún modo, el antiuribismo.

Sin embargo, profesor, le pido que escuche a la gente, valore sus posibilidades y luego de un tiempo en el que ya se actúe con inteligencia y no con astucia, no se lance.

@VicentePerezG

jueves, 4 de agosto de 2011

Reflexión de un bar

Se cuenta que una noche cualquiera, en un bar cualquiera, se tenía una de esas profundas y coherentes charlas de tragos. Eran tres o cuatro muchachos hablando de distintos temas: tecnología, relaciones internacionales, educación, la vida… Y un silencioso espectador oía sigilosamente lo que se platicaba en la única mesa del escueto bar que atendía.

El narrador no sabe lo que pasaba por la mente de aquel observador, y difícilmente desenrede el pensamiento intrincado por lo tragos. Pero por esas situaciones que algunos llaman coincidencias, otros imprudencias, en un comentario el espectador que era unos cuarenta años mayor que los charladores pasó a protagonizar una conclusión de todo lo que allí se haya dicho:

Discúlpenme, pero tocando ese tema (pudo ser aborto, matrimonio homosexual, o cualquier cosa que genere polémica) quiero decirles una cosa dijo con aire conclusivo es que en mi época alguien que fumara marihuana era como un delincuente. En el campo robarse una vaca, unas gallinas era algo muy grave y por eso había un problema grande; hoy resulta que los ladrones más grandes se roban miles de millones y son los senadores, gente estudiada, entiéndase. Yo sí he notado la degradación social de la juventud de estos días, y uno se da cuenta que hay cosas que son muy normales. (…) La iglesia era muy importante y la gente hacía lo que decía.

Luego contó otra historia (que no se incluirá en esta) de sus años de taxista, y la suerte de una clienta que seducida por la lujuria y las drogas años después se la encontraría en una calle en la indigencia… 

El lector sabrá lo refutable de la sentencia del ya interlocutor condenatorio de esta sociedad. No es el punto discutir si un fumador sea un delincuente (pues naturalmente no lo es, y tampoco sabemos si sea la idea de nuestro personaje o la de la sociedad de su tiempo). Sin embargo los contrastes son evidentes (y las ironías también), hay quienes añoran la sociedad antigua y quieren devolver esta a su estado anterior, habemos quienes queremos mejorarla y aprovechar los avances subsanando sus desatinos. Pero si algo ha de considerarse es la idea del ladrón de gallinas, de vacas, que bien o mal ajusticiaban con la ley del campo y el contraste con el doctor que desde la capital impunemente saquea lo que es de todos.

No se sabrá el porqué del origen ni de esa extraña conclusión de esa conversación. Pero qué más, son las reflexiones de bar.

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CONSIDEREMOS: ayer el partido Conservador radicó un proyecto de ley para modificar la constitución y prohibir el aborto por cualquier causa (sin importar si la madre está en riesgo, si fue violada o si el potencial niño tenga graves deformaciones). Lo radicaron con el apoyo de cinco millones de firmas. Tal cantidad de firmas quizá fue apoyada desde los púlpitos, con señoras piadosas obedeciendo lo que el padre diga. La iglesia no tiene partido político, pero ¿para qué? Ahí están los conservadores; deroguemos la Constitución e instauremos la Biblia. Que los sacerdotes sean el gobierno, y cuando falten ahí están sus hijos. Realicemos un conservatismo macondiano, casas de azul y a la cárcel todos los Aurelianos Buendía: sé conservador.

a Efraín Rincón.




lunes, 1 de agosto de 2011

Obama, el etéreo

Un presidente de los Estados Unidos negro a diferencia de un Papa negro era un suceso auspicioso, esperanzador para el mundo entero luego del quiebre económico del 2008. Barack Obama era un presidente chévere, que apuntaba a ser un reformista, era algo “revolucionario” (sin que EE. UU. lo sea) este sucesor del belicista George W. Bush. Mejor dicho, era un presidente hawaiano.

Recordemos que Barack Obama es premio Nobel de paz, lo que lo enarbola como un hombre con grandes méritos para serlo, uno se imagina, y no solamente el hecho de ser presidente de Estados Unidos. Sucede aquí, como hace medio siglo, que la Academia Sueca tuvo otro desatino, como el premio Nobel de literatura para Winston Churchill. Claro que sería un insulto darle a Churchill el de la paz.

En materia interna, Estados Unidos no atraviesa su mejor década, con sus tasas de desempleo, la inmigración ilegal, le eternizada amenaza terrorista, y desde luego, la ya normal carga de ser la potencia mundial. Por lo tanto un presidente como Obama era como un Kennedy moderno. En política exterior nunca me sentí atraído: en la campaña presidencial cuando Andrés Oppenheimer le preguntó por América Latina dijo que nunca había viajado allí, y cuando se le preguntó por líderes latinos se quedó corto de palabras. No hubo esa empatía que se esperaba, no propuso nada nuevo para la región, igualmente para el resto del mundo, mientras China, India y las potencias emergentes se alzan como candidatos a suceder a Estados Unidos como potencia (¿o potencias?) mundial. Por paradójico que sea, si algo le ha faltado a su administración ha sido color.

Quizá su mayor logro haya sido la baja de Osama Bin Laden, lo que subió su aprobación de manera fugaz, pues en pocos meses su país estaría inmerso en una crisis de deuda, con posibilidad de suspensión de pagos, lo cual dejó en muy mal aspecto la batuta económica de Estados Unidos. Por fortuna, el congreso (de mayoría republicana) ha accedido a aumentar el techo de la deuda luego de un acuerdo con el gobierno. Mas no fue Obama el protagonista de esta solución, figuraron más los dirigentes del Tea Party, lo cual deja en entredicho su capacidad de liderazgo. 

Así pues, Obama no resulta, luego de dos años de mandato,  el presidente afrodescendiente incluyente y progresista con el que pudo soñar Martin Luter King, ni tampoco el mediador de conflictos al que se perfiló al inicio de su era. No ha sido un mal presidente, pero para su infortunio, se esperó más de él. No ha sido mal presidente, pero su posición le ofrecía ser un presidente de estudio histórico, de muchos recuerdos; no se esperaba que fuera un presidente más…

En Latinoamérica, Estados Unidos ha perdido considerable influencia. Lo que los estadounidenses (y George Bush, padre) llamaron el “patio trasero” ideológicamente camina hacia la izquierda. Esas doctrinas como la Monroe, Reagan, el consenso de Washington ya no tienen eco. Y por supuesto a Estados Unidos le favorece tener de vecinos (mirando hacia el sur) a países económicamente sólidos que le ofrezcan una alianza confortable como lo ha sido la Unión Europea. Acaso ha pasado el momento de EE. UU., o ya no tenga el suficiente poderío para hacer y deshacer como a finales de la Guerra Fría. Al momento de escribir estas líneas no se puede sentenciar este gobierno como bueno o malo, ni blanco ni negro, hasta el momento no es más que etéreo. Pero aún resta año y medio más para no tener que preguntar: Obama, progress?

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CONSIDEREMOS: Venezuela tiene un ministerio para la juventud, es una buena idea para aplicarla en Colombia. Podría ser un viceministerio en el ministerio de Protección Social, propongo que sean dos: el de la juventud y el de la mujer (pero que funcionen y no sean para armar más burocracia); en esta época de Mundial Sub-20 he visto mucha división regionalista en los foros de Internet, este no es momento para discutir si es mejor ser costeño, paisa o rolo. Deberíamos unirnos y ser excelentes anfitriones.


@VicentePerezG