miércoles, 17 de agosto de 2011

¿Información desechable?


La producción informativa de los medios de comunicación cada vez es mayor, las tecnologías han hecho la información instantánea en todos los puntos del globo, lo cual es genial, por ejemplo, en la medida en que a través de este blog virtual podemos comunicarnos. Sin embargo, la cantidad de información que recibimos diariamente es colosal: radio, televisión, prensa escrita, redes sociales… Muchísimo contenido que a veces satura nuestra capacidad de retención y crítica.

El lector podrá hacer un ejercicio: ¿recuerda cuál fue la noticia más importante de ayer? ¿Dónde la leyó? ¿Recuerda de qué trata la columna más reciente de su columnista preferido? Bien, aún siendo las anteriores respuestas positivas se puede asegurar de que la información se ha vuelto extremadamente fluctuante y no es necesario recordarla toda pues ahí está almacenada en los dispositivos tecnológicos (como lo demostró el reciente estudio sobre los cambios en la memoria gracias a Google) pero no siempre la encontraremos de nuevo, ni sabremos de qué sirve tanta noticia, tanta opinión…

El conocimiento humano es una red muy tupida de esfuerzos para llegar al nivel actual, y las tecnologías lo facilitan, lo abren a más personas, pero también pueden volverlo desechable y esto difuminaría el norte de la comunicación pues ¿para qué estar informados si esa avalancha de información supera nuestra capacidad analítica?

Entonces podemos ser víctimas de nuestra propia actividad cuando pasamos un rato largo leyendo diarios sin preguntarnos por qué o sin hacer ejercicios de memoria y análisis de la información. Así me sucedió hace unos pocos días cuando leí en un artículo de opinión de El Espectador algo similar a que en el Gobierno hay miembros activos del Opus Dei, que el Estado está descuidando la laicidad del mismo y el presidente no se manifiesta por llevar la relación tranquila con la Iglesia, algunos ministros tampoco lo hacen porque quieren ser presidente y otros porque comparten el culto incluyendo unos cuantos funcionarios que quisieran volver a la unidad entre el Estado y la Iglesia. Al día siguiente quise repasar la columna pero no pude, no sabía ni quién la había escrito ni cómo encontrarla. Víctima de leer varias columnas de opinión a la vez no pude soportar la carga informativa y las ideas quedan difusas en la razón.

En este orden de ideas los periódicos también tienen su responsabilidad por producir ingentes cantidades de información y no educar a los lectores sobre cómo consumir su información, sino que permiten (con el beneplácito del consumismo) que se conviertan en autómatas informados… pasajeramente, sin suficiente capacidad de reacción. Aquí podríamos mejorar tanto para los consumidores pues lo harán responsablemente y con mayor capacidad crítica, como para los productores pues tendrán consumidores mejor preparados para su trabajo, que lo valorarán más y su esfuerzo tendrá mayor eco en la población para despertarla.

Al respecto de lo anterior el economista venezolano Moisés Naím en una columna de El Tiempo concluye grandiosamente: "Si bien la rapidez y la comodidad con que nos comunicamos facilitan el escrutinio y la crítica de ideas y propuestas, el volumen y la velocidad de la información que circula por estos canales superan nuestra capacidad de discernimiento, aprendizaje, ponderación y reacción. En este caso, más es menos: cuanto más debate, menos claridad".


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¡A PROPÓSITO!: hoy renunció el quinto investigador del expresidentes Álvaro Uribe en la Comisión de Acusación (que Antonio Caballero llama Comisión de Absolución… cierto) y cada vez se dificulta más esa investigación, y los periódicos informan pero poco suena en la gente. No hay indignación; mi entrada anterior Anónimos y Facebook la publiqué luego de que Anonymous desmintiera la amenaza, sin embargo la escribí antes y la reflexión no sobra. Cualquiera puede amenazar en nombre de unos anónimos, claro…; 'Bolillo', no estoy en contra de su trabajo pero quien represente al país debe ser un ejemplo.

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